
Sin ninguna duda, el tren fue, desde el comienzo de la historia contemporánea, el transporte por excelencia para comunicarse, cuando los quinteros venidos de lejos hacían noche cuando llevaban los lienzos de verdura al Mercado de Abasto Proveedor, en Corrientes y Jean Jaurés, para retornar al día siguiente al clarear del alba.
Pero a medida que la población interior fue creciendo, sus entonces vasos comunicantes, antiguos carruajes que se empantanaban en los lodazales o hacían huella a fuerza de transitar por donde no las había, dejaron paso a los vehículos con motor de explosión. De allí al primitivo servicio de ómnibus -simiente del actual “colectivo”- no hubo más que un largo paso que se animaron a dar los precursores: imposible olvidarse de la empresa Chevallier, que iba y venía por la avenida ancha que nacía en la Plaza San Martín y moría en el Tigre.
De todos modos, el símbolo de progreso que terminó con todas las discusiones fue la línea 60, que en 1931 comenzó a unir la estación Constitución con el Tigre Hotel, en un periplo que abarcaba el cruce total de la ciudad y toda la zona ribereña del Norte.
El 60, que desde entonces no dejó de funcionar un solo día a lo largo de las 24 horas, y que se convirtió, por imperio de un scketch televisivo que realizara el recordado actor Osvaldo Pacheco, “el internacional”. Uno de los viejos modelos, con capacidad limitada y tope para pasajeros de pie, es el que registra la foto, obtenida en las postrimerías de 1949. Carrozados ya en la Argentina, eran fabricados por la Fiat italiana o las norteamericanas Ford, Chevrolet y Fargo.
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