
Los elementos fueron arrojados a un pozo ciego en la actual barranca que da sobre la calle La Pampa, a unos 20 metros de la intersección con Arribeños
Los primeros monjes franciscanos que vivieron en Belgrano utilizaban platos y fuentes de loza inglesa, porcelana oriental, ollas de terracota europeas, vasos labrados, copas de cristal y botellas cuadradas de bebidas alcohólicas, entre otros elementos.
Restos de todos esos utensilios fueron encontrados en un pozo donde funcionó la primera capilla de la zona, el oratorio de La Calera, y permiten inferir que los frailes usaban a diario objetos similares a los de las clases altas de la sociedad colonial y virreinal del siglo XVIII.
Según indica el diario La Nación, se trata del sitio arqueológico más antiguo de la comuna 13, que abarca Belgrano, Colegiales y Núñez.
Según reveló el equipo del Centro de Interpretación Arqueológica y Paleontológica de Buenos Aires, la información sobre las prácticas de consumo de los sacerdotes proviene del desecho de objetos de su vida cotidiana.
Los elementos fueron arrojados a un pozo ciego en la actual barranca que da sobre la calle La Pampa, a unos 20 metros de la intersección con Arribeños. Allí se situaban su capilla y una construcción anexa.
“El hoyo nos habla sobre la existencia de materiales pertenecientes a habitantes con alto poder adquisitivo. De acuerdo con la información recabada, las familias pudientes les donaban vajilla y otras pertenencias de uso diario”, explicaron los investigadores.
En excavaciones realizadas a dos metros bajo tierra, el equipo recolectó cuentas de collares, el asa de un misal roto, una hebilla de cinturón o de zapato, botones de hueso, una botija o pirulera -propia del comercio de aceite y otros productos de la época-, un florero de posible uso de culto, un portavela, un orinal de cerámica esmaltada a mano y espejos de vidrio.
Los objetos más pequeños fueron recuperados a partir de la aplicación de técnicas de tamizado de tierra y de flotación.
Entre la vajilla, pueden distinguirse piezas de mayólica española y francesa, lozas inglesas del tipo Creamware y otras pintadas a mano, y cerámicas vidriadas propias de la última parte del siglo XVIII. También se aprecia gran cantidad de porcelana oriental, que constituía un producto exclusivo, prácticamente de lujo, muy difícil de reponer.
El oratorio de La Calera era un edificio de 1726; se denominaba de ese modo porque los monjes tenían a su cargo la extracción de rocas con conchillas utilizadas para la obtención de cal.
“Las conchillas de moluscos fueron producto de una ingresión marina llamada belgranense, que ocurrió en Buenos Aires hace unos 100.000 años”, explicó el paleontólogo Horacio Padula. Los frailes permanecieron allí hasta 1825.
En el mismo hoyo arrojaron a lo largo de los años restos de sus alimentos. Era habitual que una vez que los pozos ciegos se dejaban de utilizar se desecharan allí desde objetos rotos hasta remanentes de comida. Para el zooarqueólogo Mario Silveira, “se puede afirmar que los franciscanos se alimentaban principalmente de peces, aves y mamíferos como ovejas y vacas, entre otros animales”.
El sitio arqueológico fue descubierto en diciembre pasado, momento en que los expertos aprovecharon la remoción de tierra realizada durante los trabajos de puesta en valor de las barrancas de Belgrano.
Mientras ejecutaban una prospección superficial sobre la calle La Pampa, les llamó la atención la presencia de ladrillos de grandes dimensiones entre la vegetación.