
La vida, paso a paso nos da lecciones en forma de experiencias propias o ajenas.
Al enterarnos de alguna noticia importante, al escuchar un comentario o quizás al vivir un hecho cotidiano, algo en nuestro interior hace un “clic”. Esa pequeña conmoción, por mínima que sea, modifica en parte nuestro pensamiento. Esto sucede porque cada uno de nosotros es siempre el mismo en esencia pero distinto en su devenir.
Es maravilloso comprobar que, como la mayoría de las especies que habitan el planeta, también nosotros tenemos capacidad de adaptación. Ella nos permite acomodarnos a las distintas etapas evolutivas y, también, crecer intelectual y afectivamente, abrir nuestro pensamiento a las nuevas experiencias, buenas o malas, que conforman la realidad.
Cada día, el hombre revive y se renueva, reinventándose a sí mismo. Lo vemos en personas que luego de atravesar una crisis o una perdida irreparale, como el ave Fénix, resurgen de las cenizas para sublimar el dolor, la injusticia o la rabia convirtiéndolas en actos solidarios, generosos y altruístas.
Cuando los hechos diarios nos abrumen, pensemos en ellos; en los que no necesitan prensa porque los que se difunden y multiplican son sus actos. No es necesario buscar demasiado, están allí, a nuestro lado, conviviendo en nuestra comunidad, sonrientes y solícitos. No dejen de verlos y, si es posible, únanse a ellos.
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