Belgrano: La historia del chaqueño que vive dentro de un contenedor

Jose BaezEs inquilino, acaso, de la casa más chica e insólita del mundo, de apenas un metro cuadrado. No tiene ventanas y el colchón es una pila de cartones envueltos por una maltrecha frazada. Su vivienda, que es también su cama, su living, su cocina y su baño, está emplazada en la vereda de avenida del Libertador, entre costosos edificios frente al barrio River, en Belgrano.

Reproducimos esta nota publicada en el Diario La Nación con la esperanza de que llegue hasta alguna persona que pueda tomar cartas en el asunto y ayudar a esta persona que necesita ayuda desesperadamente. 

José Luis Báez, de 32 años, es un chaqueño que desde hace un mes vive en un contenedor de la basura.

Asegura que llegó a la ciudad el año pasado para escaparle al “hambre” de su Resistencia natal, donde vendía diarios y hacía algunas “changuitas”. Pero aquí también encontró dificultades para sostener un empleo. “Estaba en una empresa de limpieza y me alquilaba un cuartito en la calle Oro, en Palermo, por $ 1200. Ganaba $4000 y con eso vivía re bien. Tenía mi lugar y mi comida. Pero el laburo se terminó a fin de año y desde entonces me quedé en la calle. Y encontré este lugar (una campana verde para deshechos reciclables) que limpié y acomodé para mí. Acá estoy piola”, dice el hombre, mientras repasa un diario de ayer.

José Luis tiene las manos rústicas de hurgar en los desperdicios. Y la panza vacía, al igual que su mirada. Con frecuencia camina hasta Puerto Madero porque la comida que allí descartan los restaurantes es “buena y abundante. Hay muchos lugares de comida que tiran mucho morfi”, asegura. Y descubre una desoladora realidad: “Acá (por Belgrano)la gente pasa caminando delante mío, tomando una coca y tiran la mitad del envase lleno a la basura. No sé por qué no me la dan a mí. No sé… La tiran adelante mío. Parece que fuera a propósito”.

Habla pausado, más bien retraído. Su pequeña fortuna es una mochila donde guarda un cepillo y una pasta dental; un pantalón y una remera. No tiene billeetera ni documentos. Nada lo hace reír, menos las bromas por la derrota de anoche de su querido Boca, frente a San Lorenzo. “No vi el partido porque no me dejan entrar a ningún lado. Anoche me puse a juntar las colillas de cigarrillo que tiran afuera de las clínicas. La gente desperdicia hasta los cigarrillos, no se puede creer”, dice José Luis.

Es cierto, tal vez sea difícil de creer que para él un trapo húmedo reemplace a la ducha y que un resto de milanesa en un cesto sea un “golpe de suerte”. Pese a todo, prefiere vivir allí, en un contenedor antes que ir a un parador porteño, donde recibirá asistencia.

“Lo que pasa es que en los paradores te podes contagiar de hongos, de piojos, no me gusta nada. Vinieron varias a veces a buscarme del gobierno, pero la verdad es que no quiero ir ahí. También viene la policía de vez en cuando; se ve que a algunos vecinos les doy un poco de miedo. Pero la verdad es que el que tiene miedo soy yo. Acá duermo con un ojo abierto. El otro día escuché que en Balvanera encontraron un cuerpo en un contenedor. Yo que sé… La calle es peligrosa. Si tuviera un lugar para vivir, me voy corriendo”, asegura José Luis, que si en la vida pudiese cumplir un sueño sería el de aprender el oficio de “cocinero”.

Por ahora, el hombre vive en la basura y come de ella. Créditos texto y fotos: Diario La Nación