Una mujer crispa las manos y otra le clava la mirada desde la silla. Frente a un Tribunal de Vecindad en una audiencia de resolución, dos vecinas de pisos contiguos en un edificio se reclaman daños y perjuicios. Una por el ruido ensordecedor de un aire acondicionado, otra por filtraciones de agua. Atento, el juez pregunta. Busca conciliar. Sencillo, su lenguaje guarda sólo fórmulas jurídicas imprescindibles. Da paso a pruebas y testigos: un informe de contaminación acústica y una mucama, de un lado; la inspección de una arquitecta y un plomero, del otro. Hablan dos abogados, pero su rol es menor. Casi una hora después, en un pico de tensión, el juez d ebate con dos jurados en voz baja. Al minuto, imponecompensaciones a las partes, que salen conformes y con el video de la audiencia como notificación.
En el CGP de la Comuna 14, en Palermo, unos 60 vecinos aplaudieron a los actores. Éstos, 11 funcionarios y empleados del Consejo de la Magistratura y el Ministerio Público Fiscal de la Ciudad, hicieron por primera vez un juego de roles, a modo de caso testigo, para mostrar en tiempo real cómo funcionarían los Tribunales de Vecindad. Un nuevo sistema que pondrá la justicia en manos de los vecinos, si se sanciona en la Legislatura porteña un proyecto de ley que impulsa el Consejo y apoya el Ministerio Público. El que daría solución de forma rápida, simple y gratuita a conflictos cotidianos entre vecinos. Problemas que de un 60% a 70% quedan sin remedio judicial y con la ley serían dirimidos ante un juez vecinal, dos legos –personas sin carrera judicial–, y abogados optativos, no obligatorios.
“Hay miles de conflictos de menor cuantía que no llegan a la Justicia o quedan a mitad de camino, porque las causas ingresan en una máquina burocrática que insume mucho gasto y tiempo, o por desconfianza. Otras veces hay sentencia, pero el problema sigue irresuelto”, explica Germán Garavano, fiscal general de la Ciudad. El objetivo es una organización judicial más eficaz.
Confiable, sin costo, con pocos pasos y equidad de recursos para los vecinos, bajo esta ley ellos mismos iniciarían el reclamo llenando un formulario en una Unidad de Recepción de Reclamos y Gestión de Audiencias comunal, con sus datos, pretensiones y pruebas. Notificada la otra parte, irían a mediación y, de fracasar, a una instancia de resolución única e inapelable ante un Tribunal. En ella, un juez dirimiría junto a dos jurados legos, elegidos por el Consejo entrevoluntarios de más de 30 años, en listas comunales. Para garantizar rigor formal, al juez se le exigiría ser abogado y se le pagaría; a los jurados se les costearía el viático. Con un total de cinco jueces para 15 Comunas, los Tribunales se reunirían en sus CGPC, fiscalías o entidades barriales.
Para la Justicia Vecinal, el Consejo estipuló un presupuesto de $2.698.000, aprobado por la Legislatura en 2012. Destinado incluso a peritajes específicos, si el juez los pide, y a proveer un abogado a una de las partes, si la otra opta por contratarlo –las que podrían llevar hasta dos testigos–. De no ir, el juez dirimiría igual, y sancionaría al vecino que no acate lo resuelto o su plazo.
“La oralidad, la interacción directa entre las partes y el juez, su mirada personal del conflicto, sin expedientes ni actas –apunta Garavano–, marcarían una diferencia abismal. Y su celeridad: se busca que la mediación sea dentro de los 15 días de iniciado el reclamo, y su resolución en no más de 30, para causas que demorarían al menos dos o tres años, sin contar apelaciones”. Además, sin ferias, el sistema correría en horario extendido hasta las 20.
Brazos en alto tras la función, el público esperaba preguntar. Un jubilado lamentó seguir en juicio hace años con una vecina cuyo perro mordió a su mujer. Y una señora se quejó de tener que llamar a la policía por la música fuerte de otro piso. “La gente pide involucrarse”, dice Garavano. La ventaja de una sentencia de legos y letrados con votos equivalentes es que iría acorde a la idiosincrasia del barrio, apoyada en el sentido común, la cercanía, y no sólo en la fría norma. En la nómina se priorizaría la experiencia, con profesionales o docentes, jubilados o en actividad. El juego de roles se repetirá, como ejemplo, en más comunas. Fte: Clarín – Revista Estilo