Por el barrio: Los vecinos de Belgrano se quejan con carteles.

cartelNo se haga el distraído. Muestre cultura y eduque a sus hijos con el ejemplo. No estacione.” El generoso cartel de chapa, con letras pintadas a mano, cuelga del garaje de una casa en la calle Montañeses, entre Quesada y Congreso, en Núñez.

El propietario del garaje, también dueño del cartel, cuenta que un día se cansó de que los padres que llevan a sus hijos al colegio ORT obstruyan la rampa de acceso durante los días de semana. “No les importa que haya un garaje, es un verdadero descontrol. Pero todos llegan y se quedan varios minutos estacionados. Y cuando uno quiere sacar el auto, tiene que esperar a que ellos se decidan a salir. Una locura”, dice, indignado.

Así están ellos, hartos de las malas costumbres citadinas, de la irrespetuosidad y de lo que algunos bautizaron como la “viveza criolla”. Que, para quien la sufre, de “criolla” puede tener mucho, pero de “viveza”, nada. Por eso, para combatirla, algunos vecinos buscaron métodos de presión explícita contra aquellos que raramente cumplen las reglas de convivencia.

Vecinos de Núñez y Belgrano han poblado el barrio con carteles que ellos llaman “recordatorios de conciencia”, y que buscan, simplemente, corregir malas acciones y potenciar las sanas costumbres. Y entre ellas se enumeran: no dejar basura en las esquinas o en domicilios ajenos; no tocar bocina con insistencia; levantar las heces de los perros que uno reconoce como propios y, por supuesto, no estacionar en las entradas de los garajes.

En Barilari 1388, en el barrio River, un cartel pegado con cinta en un árbol apela a la buena conciencia ciudadana. “¿Es tu perro? Así como después de pasearlo lo llevás a tu casa, hacé lo mismo con sus necesidades”, reza el afiche.

Resulta que allí al lado hay un cantero que debe ser muy tentador para los canes, tal como asegura Estela Giorio, una vecina del barrio. “Mirá, en este barrio hay muchas casas y la gran mayoría tenemos perros. Al anochecer, todos los sacamos a pasear, pero no todos levantamos la caca que dejan. En mi casa, la mayoría de los días tengo que lavar la vereda por esta razón. Eso sí: si encuentro infraganti al dueño de un perro que no junta lo que debe juntar lo hago volver”, dice la ofendida mujer.

La guerra de carteles contra los dueños de los perros se repite en varios muros de estos tranquilos barrios del norte de la ciudad. “Lo que hace el perro es cosa tuya. No mía. Entendelo”, dice un cartel en Iberá y Cuba. Y otro más en Montañeses al 1300 directamente se dirige al cuadrúpedo: “Perro: enseñale a tu dueño a llevarse tu caquita”.

Problemas por la basura

La basura es otro tema que promueve ásperas discusiones vecinales.

En una de las esquinas del colegio Nuestra Señora de la Misericordia, en Belgrano, un gran cartel propone un claro mensaje: “Vecinos, no dejen aquí la basura”, dice, en un tono entre pedagógico y amenazante. Sin embargo, a pesar de la severidad del mensaje, pocos cumplen con su obligación. Día tras día, en esa esquina se apilan bolsas de residuos, ramas de árboles, escombros de obras de construcción y hasta algunas sorpresas, como una vieja heladera.

“Lo que ocurre es que en esta esquina [Virrey Loreto y Arcos] hay un gran paredón y es propicia para dejar los residuos, pero a ninguno de los vecinos nos gusta la mala imagen que da. Y menos mal que está este cartel, porque si no directamente vendrían los camiones a descargar la basura”, asegura Ezequiel Fiori, que vive sobre la calle Virrey Loreto.

¿Y las bocinas? ¿Molestan en los barrios? Por supuesto que sí. Esa fastidiosa sinfonía urbana que alerta sobre un embotellamiento en el tránsito resulta, según los vecinos, “inconcebible” fuera del radio de un centro comercial. Así sucede en Iberá y Montañeses, donde un grupo de habitantes de un edificio colocó un vistoso cartel que dice, sin vueltas, “No toque bocina”. Y que incluye un didáctico dibujo para que todos sepan de qué se habla cuando se habla de evitar el bocinazo.

En esa zona, la población de colegios y jardines infantiles es generosa, y desde las 7 de la mañana se producen embotellamientos de tránsito. Por eso, el sonar de las bocinas molesta, y mucho, a los que todavía duermen.

“El problema es que a la mañana, durante época escolar, hay mucho caudal de autos porque los padres llevan a sus hijos al colegio. Es una realidad y nadie tiene nada en contra de eso; lo malo es que nadie respeta nada. Como algunos se estacionan en doble fila, generan caos. Además, los semáforos que habilitan el paso hacia la Avenida del Libertador duran pocos segundos y hay grandes atascamientos”, contó un empleado de seguridad de una cadena de supermercados, acodado en un pilar y con la mejor perspectiva panorámica desde su lugar de trabajo.

De esta manera, con el cotidiano ejercicio de la cartelería, los vecinos hacen catarsis de sus pesares urbanos, aunque muchos dudan si los resultados que obtienen con estas lecciones son realmente buenos.

La mayoría duda, menos una vecina mayor de Belgrano, que vive sobre la calle Arcos. Ella sí logró lo que pretendía: que quien tocara timbre en su casa esté detrás de la puerta cuando ella abriera. ¿Cómo lo hizo? Con un cartel, claro, que dice: “Toque timbre y espere. ¡Pero espere! Porque el pasillo es largo y no soy gimnasta”.

Problemas de convivencia

Descontento entre los habitantes de Núñez y de Belgrano

“La gran mayoría de los vecinos del barrio tenemos perros, pero resulta que no todos levantamos sus heces. Por eso, si encuentro in fraganti a uno que no junta la caca, lo hago regresar” 

“En la esquina de Virrey Loreto y Arcos hay un gran paredón propicio para dejar residuos. Pero a ninguno nos gusta la imagen que da si se lo llena de basura, por eso pusieron el cartel” 

 Del editor: por qué es importante

 Los vecinos no permanecen impasibles ante los atropellos. Recuperar la buena convivencia es un signo de cultura cívica. Fte: Nación/ Revista Estilo