Editorial: Extraña paradoja

 

  En este mes se destacan dos fechas especialmente significativas. La primera, el 8 de marzo, es un homenaje a la mujer y a su lucha por lograr un lugar de igualdad junto al hombre y el reconocimiento de los derechos que legítimamente le corresponden.

  Es una jornada de reflexión reconocida por la Organización de las Naciones Unidas, que surge en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial y auge del movimiento obrero. Esta lucha que comenzó en la antigua Grecia, se vio reflejada en la Revolución Francesa, cuando las parisinas marcharon hacia Versalles al grito de “libertad, igualdad y fraternidad” exigiendo votar. En nuestro país, el sufragio femenino, quizás el paso más importante entre los muchos hechos que jalonaron este camino de reivindicación, surgió impulsado por una mujer que dejó su sello inalterable en la historia argentina.

  La otra fecha corresponde al 24 de marzo y es el recuerdo de una etapa de nuestra historia que enluta nuestra memoria. y nos avergüenza como argentinos.

  Paradójicamente, ambos acontecimientos se unen por lo opuesto. Son la Vida y la Muerte, la esperanza y el dolor, la ternura y la violencia que se manifiestan tan contradictoriamente en las acciones humanas.

  Y, aunque parezca extraño, fueron las mujeres, símbolo del amor, las que se hicieron fuertes y soportaron estoicamente como violentaban su hogar, hacían desaparecer a sus hijos y robaban a sus nietos.  Fueron las mujeres con su resistencia silenciosa pero contundente las que alertaron al pueblo y fue ese clamor sin sonidos el que trascendió nuestras fronteras y despertó al mundo.

   Esto forma parte de un pasado todavía reciente que ha dejado heridas abiertas, que el tiempo irá cerrando, pero que no debemos olvidar, porque solo por la memoria de los errores es que se puede evitar repetirlos.

   También hoy, otras mujeres, las “madres del dolor”, habiendo perdido a sus hijos se hacen fuertes y se alinean en un clamor común: justicia.

  Hemos recordado estos dos hitos históricos como símbolo de los muchos hechos protagonizados por mujeres emblemáticas que desde su lugar, aquel en que les tocó desempeñarse -hogar, universidad, trabajo, política o laboratorio-, dejaron su  huella en este proceso, y los hemos expuesto sin mencionar nombres porque consideramos que cada una de estas protagonistas ha perdido su identidad para representar a la mujer, en sus debilidades y fortalezas, en su entereza y su fuerza.

   A estas mujeres les debemos el hoy, que sea este un agradecido homenaje  a todas ellas.

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